El mandato constitucional de rectora de la educación nacional, es un imperativo ético y moral que nuestra Alma Mater necesita reasumir con toda la decisión del caso.

La USAC es, por mandato constitucional, la rectora de la educación nacional. La llegada del neoliberalismo con Álvaro Arzú, y su consiguiente ola privatizadora y campaña de ideologización en los mantras del libertarismo randiano y el mercadocentrismo de Friedman y sus Chicago Boys, difuminaron este mandato mediante la entronización en el imaginario popular del criterio según el cual la educación privada es mejor que la pública porque el Estado es de suyo ineficiente, hipertrófico y corrupto. La parte de verdad que tiene este aserto no resulta suficiente para respaldar la conclusión neoliberal que condena la educación pública de un plumazo, sobre todo si se toman en cuenta los numerosos ejemplos de educación pública exitosa en el mundo y, en nuestro medio, los casos de la educación revolucionaria mexicana y guatemalteca. Educadores como José Vasconcelos, allá, y el ilustre intelectual carolino Carlos González Orellana, aquí, son elocuentes al respecto.
La innegable baja en la excelencia académica sufrida por la USAC desde principios de los años 80 del siglo XX, no se le puede endilgar a la ineficiencia, hipertrofia y corrupción del Estado, sino a otra característica de éste: su carácter oligárquico-militar y sus políticas terroristas, como la que le aplicó a la USAC en 1981. Es de este golpe del que se tiene que recuperar nuestra universidad alcanzando la excelencia académica que la caracterizó siempre, sin apegarse a hechos que no tienen importancia, como el de que es la mejor universidad de Guatemala, ya que nuestro país, saturado por la educación superior privada, no es un parámetro de comparación digno de nuestra casa de estudios. Si de eso se tratara, y para no salir del ámbito latinoamericano, México y Brasil pueden funcionar mejor en este sentido.
Pero volviendo al mandato constitucional de rectora de la educación nacional, éste es un imperativo ético y moral que nuestra Alma Mater necesita reasumir con toda la decisión del caso, ya que se trata de una responsabilidad histórica insoslayable para ser congruente con su misión, su visión y su función. Regir la educación nacional presupone un paradigma educativo basado en el pensamiento crítico, histórico y radical. Crítico porque promueve el criterio individual de los educandos; histórico porque todos los conocimientos los explica como procesos y no como hechos estáticos; y radical porque enseña a analizar los problemas desde su raíz causal. Esto quiere decir que el instrumento básico para recobrar el papel de rectora educativa, lo tiene la USAC en la creación de este paradigma educativo, el cual sólo puede surgir de una radical reforma universitaria. Sin ella, no habrá nuevo paradigma educativo y, sin éste, no hay base para regir la educación nacional.
El recobramiento de la dignidad universitaria (que no es otra cosa que su excelencia académica) pasa por la reforma radical de la universidad en los planos docente, investigativo, administrativo, laboral y de extensión universitaria, así como por la modificación de la ética que debe regir las representaciones que la universidad tiene ante organismos del Estado. Pero la base última es la excelencia académica, el elevamiento y la dignificación del profesor universitario mediante un estatuto digno de la carrera docente, y el concomitante elevamiento de la dignidad estudiantil mediante una vocación cognitiva de alto rendimiento. Todo, obedeciendo a un cambio curricular crítico.
El estudiante y el profesor carolinos son herederos de una tradición cívica como pocas en América Latina. En nombre de esa tradición, comprometámonos todos con la reforma universitaria y con el recobramiento de la dignidad de nuestra conspicua Alma Mater.
Publicado el: 04/10/2018 ─ En: El Caminante│USAC