Esta entrevista fue grabada en vivo en la Casa de las Américas durante el carnaval habanero de 1978. Esta versión recortada se publicó en el periódico Siete días en la USAC, correspondiente a la semana del 23 al 29 de octubre de 1978, tres días después del asesinato del dirigente estudiantil Oliverio Castañeda de León.
─Por Mario Roberto Morales
Señores, ustedes fueron ministros del coronel Jacobo Arbenz Guzmán y, por consiguiente, estuvieron en el centro de los acontecimientos de 1954, de manera que quiero formularles a los tres una sola pregunta: ¿Por qué cayó Arbenz?

GUILLERMO TORIELLO: La caída del gobierno de Arbenz comenzó a prepararse internacionalmente en la Conferencia Interamericana de Cancilleres, de Caracas [el 5 de marzo de 1954]. Estados Unidos logro en dicha reunión que se creara un instrumento jurídico que se llamó Intervención Colectiva y que, en pocas palabras, significaba la posibilidad de intervenir en los asuntos internos de Guatemala por parte del resto de países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA).
El único país que votó en contra fue, por supuesto, Guatemala. El resto de países americanos se plegaron a los dictados de Estados Unidos, excepto México y Argentina, que se abstuvieron, ya que no tuvieron el valor de votar en contra. La presión de Estados Unidos hizo tabla rasa con la dignidad de los países concurrentes a la Conferencia, los cuales fueron víctimas de amenazas y chantajes tremendos. Para ponerle algunos ejemplos: el Embajador de Bolivia me expresó que su país estaba con nosotros, pero que el gobierno de EUA los había amenazado con cancelarles un préstamo de 14 millones de dólares, tendiente a desarrollar las minas de estaño, que recién habían sido nacionalizadas. El canciller colombiano me habló de un préstamo destinado a un proyecto pesquero, y así sucesivamente.
La resolución que finalmente fue aprobada en la conferencia transformaba el Tratado de Río, el cual anteriormente decía que cualquier agresión a un país americano por parte de una potencia extracontinental haría que, como un solo país, todas las Naciones Americana concurrieran a defender al supuesto agredido. Naturalmente, la famosa potencia extracontinental se llamaba Unión Soviética. Sin embargo, en esa época, de lo que se trataba era de asustar con el fantasma del comunismo, por lo que la modificación del Tratado de Río quedó así: Cualquier país que esté infiltrado por el comunismo internacional en sus instituciones dará derecho a la OEA a intervenir su gobierno.
En realidad, Estados Unido lo que quería era tener cómplices y no dar solo el garrotazo, como hizo después en Santo Domingo, en 1965, cuando enviaron 27 mil marines. De esa manera, tuvieron en sus manos un instrumento jurídico que avalaba su intervención en Guatemala en defensa de un monopolio como era el de la United Fruit Company.
Es increíble cómo funcionó todo: el Secretario de Estado de EUA, John Foster Dulles y su hermano, Allen Dulles, quien era el Director de la Central de Inteligencia Americana (CIA), eran a su vez miembros del bufete jurídico Sullivan and Company, el cual era representante legal de la United Fruit. Los Dulles, personalmente, hicieron los contratos de la UFCO en 1936, en Guatemala.
No obstante, no eran solo los intereses de la UFCO los que estaban en juego en Guatemala en la época de la Revolución. Hay que recordar que el país estaba realizando un proceso revolucionario anti-imperialista que había conmovido a América entera al atacar los intereses monopolistas. Por esa razón, ante el impacto político que causaba la revolución guatemalteca, los Estados Unidos “trabajaron” la conferencia de Caracas con el fin de cuidarse las espaldas y derrocarnos.
Después vino la agresión armada, en la que participaron los gobiernos de Honduras, Nicaragua y República Dominicana, con Trujillo en el poder. La invasión del territorio nacional partió de Honduras y hay que hacer notar que, militarmente, los invasores nunca hubieran podido derrotar al gobierno guatemalteco. Ciertamente tenían superioridad aérea, pero tomar el territorio nacional era otra cosa, no eran capaces de hacerlo.
Lo que sucedió en realidad fue que el Ejército Nacional no quiso combatir. Los oficiales y altos jefes militares habían sido “trabajados” también por el Embajador estadounidense, John Peurifoy, a base de sobornos y amenazas, quien además les dijo a los altos oficiales: “Esta ya no es una lucha de Guatemala contra la UFCO, es una lucha contra los Estados Unidos”. Los altos jefes se afligieron y acobardaron y se pasaron al bando contrario.
El Presidente Arbenz todavía quiso armar al pueblo. Se puede confirmar esta aseveración con el testimonio de sindicalistas y dirigentes de la época, quienes pueden decir que en la finca Bárcenas y en el antiguo Mayan Golf Club se entrenaban los trabajadores en el manejo de las armas.
Sin embargo, el ejército se negó a entregar armas al pueblo, por ejemplo, el jefe del Cuartel Maestre Carlos Arana Osorio, y otros jefes. Entonces, en un momento el Ejército le dijo a Arbenz: “No lo respaldamos, usted renuncia, porque nosotros no peleamos”. En efecto, no pelearon, aunque eso sí, juraron en una reunión con Arbenz y varios miembros del Gabinete que, aun cuando saliese Arbenz del Gobierno, la Revolución seguiría adelante. Arbenz les exigió en esa reunión que no tomaran represalias contra los dirigentes sindicales y del Partido Guatemalteco del Trabajo y, además, que sacaran del territorio al coronel Castillo Armas. Todo eso lo prometieron y lo juraron.

ALFONSO BAUER PAIZ: Yo quisiera analizar un aspecto algo delicado, pero creo que es necesario hacerlo: una autocrítica a nuestra generación. Yo creo que la caída de Arbenz se explica precisamente por nuestra inmadurez política, por nuestra impreparación en el conocimiento de la verdadera ciencia social, concretamente, del marxismo-leninismo.
Si nosotros, que nos preciábamos de revolucionarios, hubiéramos ahondado en el estudio histórico del marxismo-leninismo, si hubiéramos acomodado a la realidad de nuestro tiempo las enseñanzas y las experiencias de esa filosofía, posiblemente no hubiéramos caído en la ingenuidad de creer en el ejército, de que hablaba Toriello. Por otro lado, están los malditos y negativos sectarismos que hicieron presa de nosotros.
Así como en el Chile de Allende, nosotros tuvimos una especie de Unidad Popular en el Frente Nacional, o algo así. El presidente Arbenz fue siempre muy amigo de trabajar en equipo, tanto que, valga la indiscreción, comenzó pensando que sectores de la misma burguesía, pero que tuviesen interés en afirmarse en un sentido nacionalista, podrían participar en su gobierno de diversas maneras.
Así, creó equipos de estudio y discusión de las realidades nacionales, en los que estuvieron representantes de la clase obrera, de los campesinos, de la intelectualidad, de la misma burguesía y de otros sectores. De esa manera, paralelamente al gabinete de gobierno, que era el organismo que conforme a las leyes del país regía los destinos del mismo, existían órganos políticos que en una especie de asamblea tomaban resoluciones de gran importancia nacional. Estaban representados el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), el Partido Renovación Nacional (PNR), el Partido de la Revolución de Guatemala, las organizaciones obreras, etc.
Sin embargo, ¿qué sucedía? Que muchas veces se iba a discutir algún problema de interés vital y resultaba que ya se habían dado reuniones previas de determinados partidos con exclusión de los otros. Pasaba que en el momento de la reunión ya todo estaba acordado. Hoy le oí decir a Fidel, en una película, que si de algo se cuidó su movimiento, como divisa de primera prioridad, fue de caer en el sectarismo. Era necesario incorporar a todos aquellos que quisieran el proceso, aun cuando no coincidieran exactamente en el plano ideológico con la posición más consecuente o científica, es decir sumar y no restar. Exactamente lo contrario sucedió entre nosotros.
Recuerdo el día que se corrió un rumor sobre que el presidente Arbenz iba a hablar por la radio, que iba a pronunciar un discurso decisivo, fundamental. Muchos de nosotros, que formábamos parte de los organismos políticos de los distintos partidos, teníamos una información sumamente alarmante que nos había dado el doctor Luis Fernando Galich, hermano de Meme, quien había viajado en misión de Salud Pública al Frente Armado. El doctor Galich nos dijo que en el área del Frente se notaba algo sumamente raro: que se veía muchos soldados del Ejército Nacional, pero no se veían oficiales. Ni un solo oficial se encontraba con la tropa en la frontera con Honduras, en el mismísimo frente de lucha. Inmediatamente nos dirigimos a la residencia del coronel José Ángel Sánchez, Ministro de la Defensa. Eran cerca de las once de la mañana y no puedo olvidar aquel espectáculo del hombre con voz aguardentosa, visiblemente trasnochado de alguna juerga, embotado a esa hora, que nos dijo: “Esto no tiene solución militar”.
Entonces nos dirigimos hacia Palacio para hablar con el Presidente Arbenz: ¡Imposible!, ¡imposible! hablar con el Presidente.
Cuando la noche empieza a entrar, se corre el rumor de que el Presidente iba a renunciar en su discurso por la radio. Muchos de nosotros no lo creímos y pensamos que la renuncia era inimaginable en el coronel Arbenz. Lo que sucederá, pensamos, es que hará igual que hizo Barrios en su oportunidad, se convertirá en dictador y marchará al frente a combatir a los invasores. El resto ustedes lo saben.
Hago referencia a todo eso, porque es una buena lección para las generaciones en Guatemala. Se corren grandes peligros con el sectarismo y otras pequeñeces por el estilo.

MANUEL GALICH: Pienso que no sería constructivo que nos pusiéramos a rasgar nuestras vestiduras de la culpa, de nuestra responsabilidad histórica, etc., si de ello no pudiéramos extraer conclusiones y enseñanzas para el presente y para el futuro. Afortunadamente, sí se pueden extraer muchas enseñanzas.
Yo no estuve presente en los últimos días del gobierno de Jacobo, ya que fui enviado por el Gobierno guatemalteco a Río de la Plata con la misión de trabajar a las cancillerías rioplatenses con vistas a la famosa conferencia de Caracas. Sin embargo, por referencias de todos los compañeros que estuvieron en el centro de los acontecimientos, y del propio Arbenz, con quien tuve después, aquí en Cuba, muchísimas ocasiones para conversar de todo esto, puedo dar algunos juicios sobre lo que pasó entre nosotros en la época de la Revolución.
Ya se señaló nuestra absoluta ignorancia, nuestra inopia total en material ideológica cuando derrocamos a la tiranía de Ubico. Nuestras concepciones políticas acaso sí llegaban a inspirarse en las viejas tradiciones liberales o conservadores, según el caso, del siglo XIX. Acostumbro en estas ocasiones a citar este ejemplo: Formábamos parte, junto con Poncho Bauer y otros, de la vanguardia intelectual de la Universidad, lo mejor informado en material social, ya que éramos estudiantes de Derecho. Pues bien, la crema y nata de la intelectualidad universitaria de 1938 ignoraba que en la vecindad, en México, había un gobierno, el de Lázaro Cárdenas, ¡que había expropiado el petróleo! ¡Cómo sería la miseria ideológica que padecíamos la generación que en 1944 derrocó la dictadura de Jorge Ubico y después a Ponce!
De una manera u otra, gracias a nuestra generación, el pueblo se hizo del poder y ¡no supimos qué hacer con ese poder!
El caso de Ubico era claro; él estaba en contradicciones clasistas con cafetaleros, azucareros, industriales, por un lado, y por el otro, con la gran masa popular. En el momento del enfrentamiento con la dictadura encontramos una hermosísima unidad. Todos están, en un momento dado, contra el tirano…y así fue, en Guatemala se produjo en algún momento una verdadera unidad nacional contra el dictador, entre junio y octubre de 1944, en la cual todas las fuerzas, desde la propia oligarquía, hasta el campesinado indígena, estaban contra la tiranía.
Pero desde el mismo momento en el que la tiranía cae, comienzan a aflorar las contradicciones de clase, los intereses de clase entre los que hacía poco estaban unidos contra la dictadura. Pero, eso lo sabemos ahora:
La Asamblea Constituyente de 1944-1945 fue en realidad una conciliación de clases, por lo que su producto: la Constitución de 1945, fue un híbrido. Mientras que por un lado incorporaba conquistas sociales de gran importancia, aunque con carácter de enunciados generales, provenientes de hombres de izquierda como Bauer Paiz, por el otro, tenía grandes recaudos y limitaciones que venían de los asesores de las grandes internacionales, de la prensa vendida a esas compañías.
He allí nuestro gran equívoco histórico: no bastaba haber sido anti-ubiquista, sino que además era necesario tomar en consideración las posiciones, los intereses de clase. Si lo hubiéramos sabido en aquel entonces, no hubiéramos limitado nuestra lucha a derrocar a Ubico y Ponce, ya que la reacción no solo eran ellos.
¿Por qué quienes poco tiempo antes estaban con nosotros en el derrocamiento de la tiranía, ahora desintegraban el bloque Universitario Unido? ¿Por qué Mario Méndez Montenegro, consecuente dirigente anti-ubiquista, a la vuelta de dos años era un traidor de la Revolución, aliado a Javier Arana, conspirador en 1949 contra el gobierno de Juan José Arévalo?
Es que el imperialismo hizo aparición en la escena con el caballo de la batalla del anticomunismo. El imperialismo sabía muy bien cuál era el punto débil de todos los futuros contrarrevolucionarios. Un sindicato, una huelga: comunismo; la ley electoral, que apenas introducía procedimientos arcaicos de representación minoritaria: comunismo; el Código de Trabajo: comunista. Es ya 1947.
Nuestra ignorancia nos hizo comenzar por el final y terminar por el principio. ¿Dónde empezamos? Por donde debíamos haber terminado: dándonos una Constitución. Ustedes saben que la Revolución Cubana se dio esa Constitución después de dieciséis años, cuando ya sus nuevas estructuras socio-económicas y políticas estaban consolidadas irreversiblemente. La Constitución no es más que un marco jurídico de las instituciones existentes.
¿Por dónde empezó la Revolución Cubana? Por la Reforma Agraria, porque, como es sabido, en países como los nuestros el problema de la tierra es fundamental. Pues bien, nosotros lo primero que hicimos fue la Constitución, y la Reforma Agraria hasta ¡siete años después!, cuando ya era tardísimo para iniciar un proceso de esta naturaleza.
Si en 1944, en vez de ponernos a elegir Presidente, el gobierno de la Junta Revolucionaria instaura la dictadura de la Revolución y destruye las bases del poder reaccionario, y en ese mismo momento se inicia el proceso de Reforma Agraria, ni la United Fruit Company, ni las mismas condiciones adversas en el nivel internacional, hubieran ahogado tan fácilmente a la Revolución.
Todo lo hicimos al revés; la burguesía financio a la prensa reaccionaria y la Revolución no tenía prensa. Pequeñas empresas periodísticas se enriquecieron al calor del ataque a la Revolución y ésta moría sin prensa. Tan sólo el Diario de Centroamérica, que luego quiso adquirir Nuestro Diario, sin éxito, decía algo. La Revolución siempre respetó las libertades democráticas y se dejaba, en nombre de ellas, destruir por las clases económicamente poderosas y por el imperialismo, que al principio estaba representado por la United Fruit Company, por la Electric Bond and Share y por los Ferrocarriles Internacionales de Centroamérica.
En el plano internacional, Guatemala estaba aislada. Las condiciones internacionales eran sumamente adversas. Apenas en 1949 la Unión Soviética pudo tirar su primera bomba atómica, mientras que EUA tenía el control atómico desde 1945. En América Latina las condiciones eran desastrosas para la Revolución Guatemalteca. El gobierno de Bolivia ya había claudicado desde dos años atrás. Perón, a quien me tocó entrevistar varias veces, me dijo: “Mire qué podemos hacer…” Solamente la abstención de Caracas pudimos obtener de él. El México de Ruiz Cortines caminaba por el estilo… era la época de auge de la guerra fría y Guatemala estaba sola en este lado del mundo.
Quiénes son los entrevistados
Las declaraciones de Guillermo Toriello, Alfonso Bauer Paiz y Manuel Galich que se recogen aquí, forman parte de una entrevista que el licenciado Mario Roberto Morales, catedrático de varias Facultades de la USAC, sostuvo con ellos en La Habana, durante las celebraciones del XI Festival Mundial de la Juventud y los estudiantes, realizado en Cuba en agosto pasado.
Guillermo Toriello fue Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno del Coronel Jacobo Arbenz Guzmán y encabezó la delegación guatemalteca a la Conferencia Interamericana de Cancilleres, en Caracas, Venezuela, en 1954. En dicha conferencia, Toriello denunció los planes de intervención de Estados Unidos en Guatemala. Era miembro del Partido Integración Nacional (PIN). Vive en México desde 1954.
Alfonso Bauer Paiz, abogado, fue diputado durante el gobierno del doctor Juan José Arévalo, Ministro de Hacienda y Crédito Público y de Trabajo durante el gobierno de Arbenz Guzmán. Fue además interventor de la Empresa Eléctrica de Guatemala, catedrático universitario y miembro del Consejo Superior Universitario. Vive fuera de Guatemala desde 1971.
Manuel Galich, escritor y dramaturgo, fue presidente del Congreso de la República durante el gobierno de Arévalo; dirigente del Frente Popular Libertador y Ministro de Relaciones Exteriores y de Educación en el gobierno de Arbenz. También fue varias veces Ministro Plenipotenciario. Actualmente es subdirector de la Casa de las Américas, de Cuba.
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