Las anécdotas que se cuentan de Pizarrón son innumerables. Algunas tienen que ver con su militancia, y otras con su punzante sentido del humor y su temperamento a la vez retraído y alerta.
En una reunión de entrañables amigos guatemaltecos que viven en México, me enteré el sábado pasado de que en enero había muerto el economista Carlos López, más conocido en las heroicas filas de la guerrilla como Pizarrón, un legendario combatiente del primer ciclo armado que tuvo lugar en Izabal. Chiquimula y Zacapa entre 1960 y 1968, y del cual fueron protagonistas de primer orden Marco Antonio Yon Sosa, Luis Augusto Turcios Lima, Luis Trejo Esquivel, Alejandro de León, César Montes, Guillermo Paz Cárcamo, Paco Franco, el Pico Vázquez, Edgar Ibarra y, claro, Pizarrón, entre otros.
Las anécdotas que se cuentan de Pizarrón son innumerables. Algunas tienen que ver con su militancia, y otras con su punzante sentido del humor y su temperamento a la vez retraído y alerta. Siempre me cayó bien. Una vez coincidimos en Costa Rica en una actividad del CSUCA y almorzamos en un hotel de San José. De pronto Pizarrón le dijo a una mesera: “Señorita, ¿me puede traer otro almuerzo por favor?” Y como la chica lo viera con extrañeza y le preguntara: “¿Otro?”, Pizarrón la miró a los ojos y le dijo: “Sí, señorita, es que mi hambre es ancestral, soy guatemalteco”. Ella sonrió y se lo trajo.
Recuerdo cuando me pidió que fuera uno de los presentadores de su libro Una pulga frente al imperio, en un restaurante de la Ciudad de Guatemala, junto a Guillermo Paz Cárcamo, en la cual estuvo presente el embajador cubano. Fui el primero en llegar y lo encontré solo bebiéndose un café en el restaurante. “¿Vas a hablar bien o mal de mi libro?”, me preguntó a quemarropa. “Bien”, le respondí, pero el título no me gusta, y por eso te degrado de Pizarrón a Pizarrín”. Su carcajada tronó en el ambiente.
¿Qué por qué le apodaban Pizarrón? Pues porque era muy moreno y porque se bromeaba con que sobre él se podía escribir cualquier cosa. Algo así dejó escrito el Bolo Flores en Los compañeros, aunque en el tono vulgar en el que el Bolo solía hablar de sus amigos.
Hoy lo recuerdo como uno de los tantos jóvenes que pelearon para que este país recobrara y superara la senda trazada durante los “diez años de primavera en el país de la eterna tiranía”. Y lo recuerdo rindiéndole los honores que su país no ha sido capaz de rendirle, como no ha sido capaz de honrar a ninguno de sus verdaderos héroes y mártires, los guerrilleros. Algún día, más temprano que tarde, esos patriotas serán valorados por su contribución a que hoy exista un partido surgido de una organización campesina que pugna por un Estado plurinacional en el que las leyes brotarán de las necesidades de los pueblos y no de los intereses oligárquicos ni de las ambiciones de su servidumbre política. Gracias a los guerrilleros ―con sus luces y sombras― esto es ahora posible.
¡Honor y larga vida a nuestro entrañable Pizarrón!
Publicado el: 05/06/2019 ─ En: el Periódico