Érase una vez un pueblo de palurdos. Es decir, de rústicos e ignorantes. Su religión era el fútbol. Y su ritual más sagrado, los partidos dominicales. En este pueblo, la religión futbolística tenía dos vertientes internacionales: el barsismo y el realmadridismo. Las cuales a su vez tenían ramas locales que a veces se llamaban rojos…