Archivos MRM│NI LIBERTAD NI MUERTE SINO NEGOCIACION

En los años setenta, cuando íbamos a cada rato a San Juan del Obispo a sonsacar a Luis de León para echarnos los tragos, conocí a don Ángel María de León, el papá de Luis y fabricante de antigüedades genuinas. Como lo oyen. Don Ángel María esculpía figuritas en piedra que luego envejecía para venderlas a quienes querían comprar la ilusión de la genuinidad, la antigüedad y la esencialidad. Me acuerdo que escribí un cuento que se llamó “El Escultor”, dedicado a Luis, que formaba parte de una serie en la que había dos más: “El Pintor”, dedicado a Quiroa, y “El Músico”, dedicado a Jorge Sarmientos. Las tres historias ocurrían en el patio de la casa de Luis, y fueron publicados por un periódico local se llamó La Nación. Cuando Luis los leyó, no se me olvida, me dijo: “Mirá, dedicáte a tus ladinos y dejáme los indios a mí.” Nos reímos de la ocurrencia, como siempre.

Siempre en los años setenta, Quiroa montó una exposición que tituló “El Perraje”, en la que reproducía algunas posibilidades de uso de esta prenda de la cultura tradicional guatemalteca, y me acuerdo que la definición que daba Quiroa del perraje era la siguiente: “Perraje: prenda indígena que usa la ladina para parecer gringa”. Se estaban poniendo de moda las artesanías y a menudo usar caites, morral, camisas típicas, etc., era considerado cursi, pose, y, por tanto, paja, farsa, fantochada.

Pero lo interesante es que la definición de Quiroa ilustra tres diferentes posibilidades de articulación de identidades a partir del consumo de una prenda de cultura tradicional popular: el uso que de ella hace una mujer indígena (fajarse el hijo a la espalda, cubrirse la cabeza cuando entra a la iglesia), el que hace la gringa (constituirse como consumidora de productos “originales” y “no contaminados” de polyester) y el que hacía la ladina (estar muy in, a la moda internacional, que había descubierto las telas indígenas de Guatemala).

Una amiga guatemalteca me cuenta, en Pittsburgh, que hace unos tres años se encontró con dos o tres mujeres indígenas en el Museo de Antropología e Historia de Guatemala, y ella (mi amiga, que es ladina) les explicó todo el rollo de los mayas, porque no lo sabían, ante lo cual las mujeres indígenas exclamaron: “Eso hicieron nuestros antepasados… Entonces fuimos importantes…” Y mi amiga salió de allí un poco entristecida.

El primer caso, el del fabricante de antigüedades, ilustra cómo ciertas formas de cultura tradicional se adaptan dinámica y creativamente al mercado, explotando la ilusión mítica del consumidor profesional (en este caso, el mito de la autenticidad y la antigüedad), probando que el mercado puede servir como espacio de resistencia y afirmación popular. El segundo caso ilustra que los consumos de un mismo objeto de cultura puede contribuir a articular identidades distintas, cosa que probaría también que el mercado -mediante uno de sus mecanismos: el consumo- de hecho crea identidades híbridas y negociables (mestizadas). Y el tercer caso ilustra cómo a veces, no sólo no existe memoria sino tampoco resistencia alguna. Existe atontamiento por explotación y opresión.   El pueblo negocia de muy distintas maneras su identidad, dependiendo de la posición que ocupe en un momento determinado de su interacción con “el otro” o “los otros”. El pueblo y lo popular no constituyen un bloque compacto, bueno por sí mismo, que opone resistencia por el sólo hecho de ser pueblo y que, por ese mismo hecho, tiene la razón histórica de su lado. La concepción de pueblo debe ser renovada en estos tiempos de hibridaciones y negociación de culturas e identidades.

Los ejemplos de los años setenta prueban que todo esto de las hibridaciones y negociaciones culturales e identitarias no es nuevo y que el pueblo siempre se las ha arreglado para sobrevivir sin necesariamente ser “puro”. Quizá todo esto nos resulte difícil de digerir a quienes invertimos más de la mitad de nuestras vidas en la izquierda y para quienes no hubo ni libertad ni muerte -como rezaba la consigna- sino negociación. Vulgar negociación, como la que fingen Gobierno y guerrilla.

Publicado el 28/12/1995 en Siglo Veintiuno

Admin Cony Morales