En Guatemala tuvo asiento la más brillante civilización antigua del mundo; Guatemala fue la Capitanía General del reino después de la invasión española; fue un poder colonial que dictó los destinos de sus provincias centroamericanas y desarrolló una literatura colonial que, con la precolombina, contribuyó a amasar una cultura arraigadísima a la tierra que después inspiró a los próceres de la Independencia. Estos enviaron a lomo de mula la noticia hacia Costa Rica, donde obedientemente sus habitantes se declararon también independientes. Esa cultura contribuyó a la gestación de la Revolución Liberal en 1871, la cual vinculó a toda Centroamérica al mercado capitalista mundial y la hizo ingresar en la historia moderna. Luego Guatemala gestó una revolución democrática para modernizar el capitalismo cuando el resto de países de la región no acaban de instaurar este modo de producción. Después de interiorizar esta imagen mamada desde la cuna, ¿cómo evitar el sentimiento hegemónico chapín ante el resto de Centroamérica? Yo les diré cómo.
Primero hay que ser autocríticos. No como algunos centroamericanos que, en medio de su resentimiento hacia la Capitanía General, presentan lo suyo como mejor, en una actitud aburrida y ridículamente ingenua. Los chapines tienen que reconocer que sus instituciones se han corrompido, que su impresionante crecimiento urbano es el resultado del puro lavado de dólares y no de una productividad creciente. Deben aceptar que su deporte está por los suelos y que cualquiera les gana los partidos. Asimismo tienen que admitir que su sociedad sufre una descomposición moral que se expresa en la delincuencia desaforada y en la violencia cotidiana de las capas medias, y que el desorden administrativo tiene sumida a la capital en densas fumarolas de smog. Los chapines deben aceptar que su política carece de motivaciones éticas y patrióticas (en la derecha y en la izquierda) y que la ambición de poder y enriquecimiento es el principal motor de las luchas políticas organizadas por dirigentes profesionales. En fin, necesitan aceptar que, sobre todo después de la «década perdida» (la de los 80`s), cunde un atraso cultural, ideológico e intelectual que tiene sumida a la educación en general en un pozo ciego. Ah, pero la autocrítica también puede ser una pura catarsis después de la cual uno se siente limpio como quien viene del confesionario… A pesar de todo hay que hacerla porque la podredumbre debe ser limpiada concienzudamente a fin de que no queden restos que puedan provocar nuevos focos de infección.
Con todo, los guatemaltecos continúan amando a su país, extasiándose con su paisaje y degustando su inacabable cocina popular: por ahí se ve a los especímenes del homo guatemalensis postrados ante el azul brutal del volcán de Agua y los cielos violentos de Atitlán. Ahí se les ve dejar sus puestos burocráticos para cargar al Señor Sepultado en Viernes Santo o engullendo tiras en los mercados del altiplano o leyendo novelas de Rodríguez Macal o escuchando música de José Ernesto Monzón en un mediodía ardiente de la costa sur. Ah sí, ese amor-odio que los chapines sienten por su chapinlandia es lo mismo que se siente por una madre a la vez absorbente y abnegada: la simultánea necesidad de cercanía y de huida. Uno quiere a su tierra -como diría Cardoza- por que es la de uno, y no porque sea bella y única, puesto que puede ser fea y tétrica.
Dulce y sangrienta patria, pequeño y horrendo país, Guatebala, Guatebolas, Guatepeor, Guatebuena… son algunos de los términos con los que se ha caracterizado a este país. Haría falta llamarlo -como lo hizo el notable ensayista cubano Juan Marinello- «Guatemala Nuestra», para que le quepan todos los reproches y todos los elogios que se le suelen hacer a un ser amado.
Porque es nuestra volvemos a ella. Porque es nuestra tratamos de quedarnos en ella para siempre. Porque es nuestra nos duele. Porque es nuestra nos canta. Porque es nuestra creemos que sigue siendo la Capitanía General y qué. Porque es nuestra es aún más bella. Porque es nuestra es aún más grande. Porque es nuestra esas certezas guían nuestros pasos. Porque es nuestra es la madre patria centroamericana le reviente a quien le reviente. Porque es nuestra podemos permitirnos con ella una ocasional explosión chauvinista. Porque es nuestra habremos de integrarla a una Centroamérica unida. Porque es nuestra y de nadie más…
Publicado el 31/07/1992 — en Siglo Veintiuno
Admin Cony Morales