El 25 de septiembre falleció de leucemia Edward Said. Este palestino de 67 años había nacido en Jerusalén y era un influyente profesor de la Columbia University en Nueva York. Su militancia crítica en favor de la causa de su pueblo lo convirtió en la voz intelectual más autorizada de ese doloroso conflicto, sobre todo después de que en 1991 dimitiera del Parlamento palestino por considerar que la postura política de Arafat entorpecía la lucha de liberación nacional y la creación de un Estado libre de la ocupación israelí. Entre sus más cercanos amigos se hallaban el intelectual Noam Chomski y el músico Daniel Barenboim, en compañía del cual recibió en 2002 el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia. Musicólogo consumado él mismo, Said acordó con su amigo judío Barenboim donar el dinero del premio a la orquesta que entre ambos crearon y que reúne a jóvenes músicos judíos y árabes en su sede en Sevilla.
Said alcanzó notoriedad con la publicación a finales de los años setenta de su libro Orientalismo, en el cual propone este concepto como un discurso occidental que «produce» la noción de «Oriente» en las mentalidades de Occidente, haciendo posible con ello la manipulación y el control de la percepción de la cultura oriental al remitirla al código occidental y explicarla en términos occidentales. Said muestra los lugares en que se perpetra esta «traducción» ad hoc a los intereses de Occidente, los cuales él halla en los espacios letrados, convirtiendo así su método en un análisis de textos y discursos que tuvo gran impacto en los departamentos de literatura de las universidades estadounidenses, las cuales se debatían entre los enfoques marxistas, estructuralistas, psicoanalíticos, feministas y posestructuralistas. Said vino a dotar a estos enfoques de una unidad diversa al aplicar al discurso colonial una metodología desconstructora que criticaba la ideología moderno-occidental de los proyectos anticolonialistas (Fanon incluido), al tiempo que ofrecía una agenda política a los desorientados profesores de disciplinas humanísticas que vivían la crisis del paradigma de la izquierda internacional. Quedaba así sentada la base de los llamados Estudios Poscoloniales.
Por su parte, los llamados Estudios Subalternos derivan también del aporte de Said, sobre todo en la versión primigenia de aquéllos, representada por Ranajit Guha y por su propuesta, de inicios de los años ochenta, de reescribir «al revés» la historiografía colonial británica sobre la India, criticando la postura de los intelectuales y políticos «colonizados» de ese país (incluidos Ghandi y Nehru) y su discurso nacionalista y anticolonial, por considerar que el mismo estaba penetrado por la ideología moderna occidental y, por ello, representaba inadecuadamente al sujeto popular de la historia india. De estos exagerados binarismos deriva una infinidad de «usos» que de Said perpetran muchos profesores universitarios estadounidenses cuando aplican mecánicamente la teoría poscolonial en forma arbitraria e indiscriminada, incluso al caso de América Latina.
A algunos de estos «usos» seguidistas y dogmáticos de Said y del poscolonialismo se deben los multiculturalismos etnocentristas y puristas desde los que muchos profesores gringos y agringados perciben la problemática intercultural de Guatemala, dotando con ello de «teoría» al fundamentalismo mayista. Said no es culpable de estas distorsiones. Los voceros y voceadores de estas posturas, plegadas al culturalismo y los intereses de las agencias neoliberales de financiación, no lo han leído y suelen ignorar quién fue.
En su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias, Said dijo: «…ninguna identidad nacional se establece para siempre, ya que la dinámica de la historia y de la cultura garantizan una evolución, cambios y reflexión constantes. Lo peor es cuando individuos o grupos fingen ser los únicos representantes verdaderos de una identidad, los únicos intérpretes legítimos de la fe, los únicos portaestandartes de la historia de un pueblo, la única manifestación real de una identidad dada… De convicciones tan insensatas surgen no sólo el fanatismo y el fundamentalismo, sino también la falta total de comprensión y de compasión por el prójimo».
Publicado en septiembre de 2003 — en Siglo Veintiuno
Admin Cony Morales