
El neopositivismo lógico es un reduccionismo formalista que limita el quehacer de la filosofía al análisis del lenguaje. Uno de sus padres, Ludwig Wittgenstein, dijo que pueden existir enunciados que, a pesar de no ser comprobables, son verdaderos por la corrección de los términos de su formulación. Es decir que la corrección formal del planteo lógico puede hacer verdadero un juicio que no se corresponda con lo concreto.
Aplicar la lógica formal (que se limita a dar cuenta de las formas y no de los contenidos del razonamiento) al análisis de lo concreto, equivale a medir la cantidad de agua llovida con un metro de carpintero, o a establecer la calidad estética de una novela mediante la geometría. Y lleva a los neopositivistas a afirmar que sustantivar (dotar de contenidos) a los entes abstractos es un error lógico, pues éstos no son individuos pensantes ni actuantes. Es decir que no se puede hablar de Estado burgués ni de Iglesia intolerante ni de neoliberalismo antiliberal porque, según el razonamiento lógico-formal, con ello se confunde la naturaleza intangible de un ente abstracto (Estado) con los atributos concretos que sólo puede tener un individuo pensante y actuante (burgués).
Esta es la “filosofía” que —al reducir la reflexión sobre lo real al análisis formalista del lenguaje en que los juicios sobre lo real se formulan— anima la lógica jurídica según la cual, como Enron no es una persona humana, no se le pueden deducir responsabilidades judiciales por la estafa millonaria perpetrada por sus gerentes. Y a pesar de que el neopositivismo lógico admite el uso legítimo de la metáfora para sustituir a las personas por el ente abstracto (“Guatemala le ganó a Belice en ping-pong”), el uso a conveniencia de sus postulados les sirve a algunos para escamotear el debate sobre cuestiones económicas concretas, desviando la discusión hacia el análisis formalista del lenguaje, como cuando se afirma que no se puede decir que el neoliberalismo no es liberal porque “el liberalismo no es un señor que piensa y actúa. Es un ente abstracto como el Estado, la Iglesia, la triangularidad” (R. Juárez-Paz, elPeriódico 29-11-05).
Al identificar la experiencia de lo real con la estructura lingüística que la enuncia, esta “filosofía” fracasa al pretender explicar la sociedad mediante un método que, por ser formal, carece de valor interpretativo de lo concreto, lo cual reclama para su interpretación una lógica de contenidos y no sólo una de formas. Ya el lúcido Bertrand Russel —uno de los fundadores de esta corriente— repudiaba el verbalismo inútil y exigía a los filósofos no limitarse al análisis del lenguaje sino interpretar la realidad partiendo del aporte de las ciencias.
Liberalismo (metáfora para nombrar a las personas liberales) no es lo mismo que neoliberalismo (metáfora para nombrar a los fieles del Vox mercatus vox Dei). El segundo usurpa el ideario del primero, como demostré en mi artículo anterior, al propugnar la destrucción del Estado a favor del control empresarial de la política. La verdad de mi enunciado se comprueba en la práctica y debería ser rebatida con argumentos lógico-dialécticos (que se ocupan de los contenidos del razonamiento) y no lógico-formales (que sólo se ocupan de sus formas).
Llevado esto a la instancia fabulosa de la caricatura, se podría decir que como los plátanos tienen piel amarilla y los vietnamitas también, los gringos carbonizaron plátanos en Viet Nam. O que como “el gran Platón cometió el error de preguntarse ‘Si la belleza no es bella, ¿qué podría serlo?’” (ibid), por tanto, Platón (padre del idealismo pero no de sus falseamientos formalistas) hace parte de las legiones de “equivocados” que se oponen a la “filosofía” neoliberal y es, por ello, un “socialista”. Uf.
Esto se llama sofística, y consiste en la habilidad demagógica de convertir las mentiras en verdades mediante la manipulación retórica del lenguaje. ¿Para qué? Para evadir el tan temido (por algunos) “análisis concreto de la situación concreta”.
Publicado el 7/05/2005 — En elPeriódico
Admin Cony Morales